-Qué esperas de la poesía.
-Bien lo dijo Cernuda: No sé
nada, no quiero nada, no espero nada… Contra lo que se afirma con frecuencia, la
poesía no es un don gratuito. Un castigo, tal vez. La vida siempre pasa factura
con intereses.
-Qué no debe ser jamás un poema y
qué no debe hacer jamás un poeta.
-Un poema puede ser casi todo,
menos recipiente de la vulgaridad, amplificador de la mediocridad y espejo de
la indigencia intelectual de su autor. Sentado lo cual, el poeta puede hacer lo
que quiera, menos atropellar esa mínima ética que el sentido común exige a
cualquiera. Porque, en los tiempos que corren, es frecuente que muchos busquen
el éxito a costa de lo que sea y que, a la hora de competir –algo monstruoso de
por sí, sobre todo si hablamos de poesía-, en vez de aportar textos incuestionables,
recurran a sus encantos personales. Hoy se encumbra a muchos poetas por razones
ajenas a la literatura. Y así nos va, claro…
-Háblanos del panorama actual de
la poesía y háblanos de tres de sus vicios principales y de tres de sus
virtudes, si es que los tienen.
-Hablar del panorama actual de la
poesía española y enumerar sus vicios –porque buscar virtudes se me antoja
excesivamente arduo- son una misma cosa. Nos estamos moviendo en un pantano, al
que confluyen, al menos, tres corrientes: una serie de generaciones residuales,
cuyos autores siguen –seguimos- en activo, muy alejados, por regla general, de
su estética primigenia; una generación o movimiento –me refiero a la denominada
poesía de la experiencia-, que parece buscar el autorrelevo, tras haberse
agotado; y una legión de jóvenes, que a mí me parecen desorientados, dispersos
y tocados, en algún que otro caso, por una vocación de marginalidad, que yo no
soy capaz de valorar. Para colmo, las grandes editoriales son refractarias a la
poesía y las que se atreven a publicarla lo hacen pensando más en el mercado
que en el texto, de manera que abundan las más pintorescas antologías, cuando
no abiertamente extravagantes, los autores que ofrecen –o se ofrecen en-
espectáculo, los que se abren camino a golpe de agente literario a tanto por
ciento y los latinoamericanos, cuyo mercado es bastante más amplio que el
español. Por este motivo, los poetas más jóvenes, conscientes de que el camino
de los premios también es un coto cerrado, pues el aporte de dinero público
financia casi siempre la producción de la correspondiente industria cultural,
se agrupan, crean pequeñas editoriales o se dan a conocer en los blogs de
Internet, incrementando la babelización de este medio y el desconcierto de
bastantes lectores.
Por
lo que se refiere a la proyección del autor y su acceso a la edición y medios
informativos, se ha ensanchado el abismo entre los instalados en la cultura
oficial, los que aspiran a estarlo y quienes se enfrentan abiertamente con el
sistema. Los intelectuales, como decía Gramsci, son fácilmente absorbidos por
la cultura dominante y utilizados en su provecho.
¿Hablamos
de virtudes…?